domingo, 2 de mayo de 2004

Hoy he ido a comer a casa del unico abuelo que me queda, en una de las urbanizaciones de Tiana. Mi abuelo vive junto con uno de mis tios en la unica casa no unifamiliar y "atrotinada" de toda la calle, la casa que ha estado siempre ahí.

El caso es que despues de comer, he salido instado por mi mujer a dar una vuelta por el lugar, recorriendo lo que en tiempos de juventud tenia mas que jugado e investigado, todo el campo que rodea la casa era mi patio, mi recreo y ahora se ha convertido en el ultimo recuadro de libertad entre tanto apareado y paseo peatonal, donde los almendros se disputan el terreno con el cemento y el asfalto, donde los matorrales luchan por no ser orinados o defecados por un maldito perro propiedad de uno de esos suenyos americanos.

Ahi estaba yo hace veinte anyos, jugando en el campo, corriendo, con la bici arriba y abajo, cazando mariposas, saltamontes, lagartijas, cienpies, pelotillas. Yo era el azote de los insectos, de los invertebrados, el terror de las larvas de mosquitos, de los hormigueros. Investigaba cada arbol, cada planta, temia a las zarzas y a los animales que en ella habitaban, eso era el flamante pasado de una tierra no inhospita, pero si cien por cien natural. Ya que ahora los bancos prefabricados, las barandillas de metal y las farolas se han aduenyado de un tiempo el cual ya no me pertenece y que relataba a mi mujer, intentando que imaginara todos esos juegos y descubrimientos, donde ahora bajo mis pies hay puro cemento.

Ese es el precio de la modernidad, el precio que debemos pagar por tener la independencia y la clase social que nos pertenece y me pregunto, igual que se pregunta mis padres y se pregunta mis abuelos, si la infancia de mis hijos o de los hijos de mis hijos sera tan rica y plena como la mia, llegaran a disfrutar de toda esa libertad o los estamos enclaustrando en un cyberspace mas alla de la tercera estrella a la izquierda.

Me estoy haciendo viejo.
Alex.

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