miércoles, 13 de enero de 2010

El aprendiz de Pelu (III). On parle français

Cada pueblo tiene sus tópicos. O mejor dicho, se los tienen los demás pueblos. Los alemanes son cuadriculados, los japoneses se matan a trabajar, los italianos son chapuceros... evidentemente no son los pueblos en cuestión quienes han creado el tópico, sino normalmente sus vecinos. Sin embargo, cuando uno viaja a la región en cuestión y toma contacto con la gente, descubre que el tópico es, en el mejor de los casos, una "media aritmética" de toda la población, y además la distribución asociada a dicha media no se corresponde para nada con una campana de Gauss.

Cuando tomé contacto con los franceses y, más concretamente, con los parisinos, llevaba en mente el tópico de que éstos no hablan un idioma extranjero (y mucho menos el inglés) ni que los maten, por puro orgullo nacional. Bueno, si tuviesen un idioma minoritario como el mío, que como podéis ver no lo uso ni yo, posiblemente sería un comportamiento razonable, pero dudo mucho que la lengua francesa se encuentre en peligro de extinción. De hecho, mis malignas cábalas habían llegado a formular la hipótesis de que, en realidad, el supuesto orgullo oculta la vergüenza de que no tienen ni idea de inglés, y que en realidad están mucho peor que nosotros y los italianos juntos. También es posible que, siendo mucho menos latinos que nosotros (recordad que hablo de los parisinos), tengan demasiadas inhibiciones como para lanzarse al despliegue gestual que nosotros ofrecemos a cualquier sujeto con pinta de turista que haga el más leve esfuerzo por poner cara de despistado.

¡Pero no! Cuál no sería mi sorpresa (y humillación, para qué negarlo) cuando, en cualquier tienda de barrio donde me metiese, al soltar un (para mí) impecable bonjúr, inmediatamente recibía un mucho más que aceptable good morning como respuesta. Incluso si insistía con ú són le tualé sivuplé o respondía con vèn rúsh al what would you like to drink de los camareros, no había manera: me fichaban como "usté no es d'aquí" y por lo tanto no dejaban el inglés.

A este comportamiento caben muchas interpretaciones, algunas bondadosas y otras malintencionadas. El primer pensamiento, por supuesto, es que quieren ser amables con los turistas. Bueno, tiene lógica, son una fuente de ingresos. Pero no penséis que en una ciudad como París eso podría importarles lo más mínimo: en Roma los romanos tratan a los turistas como a mierda, sin preocuparse lo más mínimo de lo cabreados que se vayan porque siempre vendrán más. En Roma, los turistas son como la energía solar: un recurso natural inagotable. Y en París también, pero da igual: a los turistas los tratan bien.

¿O tal vez no? ¿Es posible que la intención de los franceses sea humillar al extranjero? Si yo me dirijo a ellos en un francés razonablemente comprensible, no de "nativo" pero sí de "extranjero que habla el idioma", ¿por qué no asumen (aunque sea erróneamente, en mi caso) que la persona que tienen delante puede hablar francés y además desea hacerlo, y optan por una alternativa cómoda para ellos y satisfactoria para el turista? Mi mitad malévola (porque yo tengo una mitad malévola, queridos niños) sospecha que lo que quieren es humillar y frustrar al que se ilusiona con su idioma, transmitiéndole el mensaje subliminal de: "Mira tío, las cuatro palabrejas que me has podido soltar han sido tan lamentables que te será imposible entenderme o hacerte entender, o sea que vamos al inglés y deja el francés para las personas serias". O peor todavía, ¿están cayendo en el sionismo lingüístico de reservar su idioma exclusivamente para el Pueblo Elegido Para Hablarlo, negando ese derecho al resto de la Humanidad? Quiero creer que no: que detrás del empeño de los franceses en no hablar francés existe solamente un deseo de agradar al turista... o tal vez de rentabilizar el esfuerzo que emplearon en aprender inglés.

Como triste e irónica excepción a todo esto, quiero mencionar a una funcionaria del palacio de Versailles, concretamente una de las encargadas de entregar las entradas compradas por Internet. Esta mujer, obligada a tratar a diario con miles de turistas, la mayoría extranjeros ya que la compra previa por internet es particularmente cómoda para ellos, no habla ni entiende el inglés, y además no sabe usar un ordenador. Ni con el pasaporte delante fue capaz de copiar tecleando, letra a letra, un nombre tan largo y enrevesado como YOKO ONO. Al final tuvo que recurrir (una vez más, como ya había hecho para la mayoría de personas que teníamos delante en la cola) a su compañera, que tuvo que dejar esperando a su propia cola para amablemente traducir sus preguntas al inglés y nuestras respuestas al francés, hasta que al final se hartó y buscó nuestras entradas ella misma. Por supuesto las encontró al momento. Además, cuando le dije merci tuvo el detalle de contestarme de rien en lugar de you are welcome.

*ACTUALIZACIÓN* (Sí, cinco años más tarde. Es lo que tiene la vida). He tenido ocasión de preguntarle sobre esta cuestión a un francés de verdad. La respuesta ha sido: "por ir a lo fácil", es decir, por el pragmatismo de utilizar una lengua que los dos interlocutores conocen medianamente bien, mejor que una que sólo uno de ellos domina. Pues bien, como mi informador es de total y absoluta confianza (hasta lleva siempre una navaja encima, como yo), doy su versión por buena.